lunes, 18 de mayo de 2009

Atresitz

Una bola de espinas que nos camina por la espalda, va, viene, sube, baja. Las espinas inyectan un veneno que nos llega hasta la médula y nos convierte en zombies. Las miradas perdidas, las miradas sin ver, ciegos a lo que hacemos, ciegos al pensar, sólo reacciones y seguir caminando.

Un día, la sal ácida en líquido se nos desborda de cada recipiente y empieza a perforar nuestras mejillas, nuestros labios, nuestra ropa, nuestras manos, nuestra almohada nocturna. Hasta contamina nuestra garganta.

El veneno se escapa por los poros, por nuestra voz, por la respiración cada vez más agotada, por nuestros pasos cada vez más metidos en el suelo. Nuestros ojos delatores se esconden tras máscaras, ya sólo quieren escondites. Todo es tan degradable y un quedarse en blanco.

La bola de espinas es un ser chiquito que luego se mete a nuestro estómago y afecta todos nuestros sistemas. Algún día, luego de su estadía usualmente extensa, salta y corre, persigue a otro.

Su lugar es ocupado por un ser risueño que nos acompaña y, para hacernos reír, nos hace cosquillas.
Puede crecer, pero necesita de muchos cuidados y de entretenimiento, sino se aburre fácilmente y se va a jugar a otro lado.



by Delirium

No hay comentarios:

Publicar un comentario