lunes, 18 de mayo de 2009

Cadáver Exquisito I

Voy soñando el camino de nieblas, de blancos pasos sobre la misma tierra que años atrás lo había visto partir. Ahora volvía. Pero no por tristeza ni melancolía, sólo por ellos, que son nuestro sol de enero, nuestra lluvia primaveral, nuestra inspiración y nuestra destrucción es el poema final sean cuales fueran las circunstancias que alcancemos cuando tiramos los dados, volaban en el aire, definiendo su suerte.
Cada vuelta de los dados la acercaba un poco más al cambio, a la revelación
.
Todo. Todo. Todo lo que podría haberle ocurrido, al menos lo que había pensado, comenzó a cambiar. Le resultaba tan difícil de explicar, que simplemente se contuvo, calló y lo vivió como si nadie lo entendiera, sin percatarse que todos sabían de lo que estaba hablando. Y jugando a dar vueltas sobre este cuerpo, sobre un cielo que recae en este infierno, en su interior. No lo asociaba con el rojo. Para él el infierno era azul o verde o incoloro. Era un dolor como el de muelas. Carnívoras, insaciables, inmunes pero a su vez sumamente dolorosas que intentan morder con ansias una extraña sustancia mágica derramándose de los ojos y de la boca de esa fantasía real pero lejana, lejana a la cercanía del río, a observar el paisaje y pensar. Necesitaba distenderse de esa realidad tan dolorosa. El viento del lugar lo tranquilizaba. Lo calmaba el hecho de saber que la secretaría de su cardiólogo le daría pronto un turno. Es que... Pobre... Esos dolores cada vez se hacían más fuertes, ¡más que el dolor de muelas!. Cuando llegó al consultorio se infartó. Pero a este corazón le incomoda tu presencia, no el dolor opresor de mi infarto, porque cualquier ardor físico no se compara con la oscuridad de su alma. Su cuerpo era un río, pero su mente... Teje pesamientos tenebrosos que confunden mis ideas, mi religión, mis sueños, anulándome por completo, dejándome rendida a su voluntad... Ya sólo me arrastro hasta la degradación de todos mis colores. Se arremolinaban en un huracán de sentimientos y confusiones, porque nunca pudo entender cómo ese par de zapatos le quedaban tan bien a ella, y a su prima tan espantosos.

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