jueves, 8 de abril de 2010

Lucidez

Había pensado entonces volver, abrir puertas y ventanas, salir del agujero de ladrillo, caminar por la calle recién asfaltada y limpia, darme vuelta y no sentir ese sobrecogimiento que se siente cuando las cosas nos abandonan -o peor aún- cuando nos encuentran a la vuelta de la esquina.
Había pensado entonces desnudarme y saltar al vacío, llenarme la boca de flores, de incertidumbres. De esto. Soltar el juego de palabras fosforescentes que tenía entre mis manos y comenzar a jugarlo. Así, tan viva, tan rodeada de claridad y voz ronca.
Había pensado entonces amar con ferocidad, con desolada confusión, como una intrusa de cara yerta, apenas palpable por el tiempo.
Pero lo que no había podido ni siquiera imaginar... Era el alboroto del viento anunciando la llegada irrefrenable de la soledad. El viento. Siempre el viento solapando un lado del corazón. El más negro, el más pútrido, el más enfermo.